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martes, 20 de diciembre de 2011
El racismo sacude Italia
Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda forma de mal.
1 Tesalonicenses 5: 21-22
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El pasado día 10, un grupo de vecinos del barrio de la Vallette de Turín prendieron fuego y destruyeron por completo un campamento gitano. La acción se desencadenó de manera espontánea, después de que una chica de 16 años denunciara que la habían violado dos gitanos. Luego la presunta víctima reconoció que había mentido. En realidad, había tenido la primera relación sexual con su novio, sangró, se manchó la ropa y temió la reacción de los padres, que se oponían al noviazgo. Varios diarios publicaron días después entrevistas a la adolescente, desolada por la furia que desató su mentira.Fuente
La Italia culta, sensible y solidaria encajó el doble golpe con alarma y vergüenza. Los periódicos se llenaron de editoriales y comentarios. Nada menos que dos ciudades que fueron capitales del Risorgimento, símbolos de la excelencia cultural italiana, manchadas por hechos racistas muy graves. La Iglesia católica hizo oír de inmediato su voz. El cardenal Gianfranco Ravasi, ministro de Cultura vaticano, afirmó, vía Twitter: “El extranjero no debe ser oprimido sino tratado como un nativo”.
El nuevo ministro de Cooperación Internacional e Integración, Andrea Riccardi, tuvo reflejos. Líder católico de talla internacional, fundador de la Comunidad de San Egidio –que organiza los encuentros interreligiosos e interculturales–, Riccardi acudió a Turín y a Florencia, donde expresó su solidaridad con la comunidad senegalesa, afincada en la ciudad toscana desde hace muchos años. “Debemos decir basta la cultura del desprecio hacia el otro”, advirtió Riccardi en un encuentro en el Ayuntamiento. “El desprecio es algo peligroso que incita al odio y puede transformarse en locura –agregó el ministro–. Debemos estar más atentos con las palabras que usamos”. La Liga Norte protestó por la visita de Riccardi al campamento gitano y le desaconsejó que acudiera a una sede del partido en el multiétnico barrio de San Salvario.
El sábado hubo una manifestación en Florencia y en otras ciudades para arropar a los senegales. Acudieron varios líderes nacionales de la izquierda.
Es obvio que el incendio de Turín y los asesinatos de Florencia, aun siendo episodios particulares, no pueden sustraerse a un contexto social, a un clima de demagogia xenófoba. En las últimas elecciones municipales en Milán, en la primavera pasada, la derecha trató de aferrarse al poder apelando al miedo a los gitanos. En las consignas se aludía al peligro de que la capital lombarda se convierta en una gitanópolis llena de mezquitas. La estrategia fracasó. La izquierda recuperó el poder después de 20 años.
En su editorial “El virus del odio étnico”, La Repubblica aseguró: “Italia no sólo está bajo examen en Bruselas (por las finanzas); existe otro examen sobre el índice de civismo del país”. Según el diario, los hechos de Florencia y de Turín “revelan una difusión del virus racista y del odio étnico sin atenuantes”.
“¿Existe un nexo entre la crisis de la deuda pública, la impotencia de la cumbres melancólicas (europeas) y la matanza?”, se preguntó La Stampa, de Turín. “Con la crisis vuelven los peores venenos”, alertaba el periódico, No retornarán los extremismos de los años treinta, pero hay que vigilar porque “el mal tiene fantasía y capacidad de metamorfosis”.
En el ambiente de la derecha no gustan tales interpretaciones. Vittorio Feltri escribió en Il Giornale que es una “operación repugnante” y “absurdo querer explotar con fines políticos un delito de sangre cometido por un desequilibrado”. Ayer, este diario –propiedad de la familia Berlusconi– acusó al Gobierno de querer dar casas gratuitas a los gitanos. “A los italianos les llega el tijeretazo, pero el Gobierno piensa en los zíngaros”, tituló el diario, dando la razón, sin quererlo, a los argumentos de Riccardi.
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¡Cuidate!
¡Dios te bendiga, el Señor viene pronto!
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