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miércoles, 24 de agosto de 2011
El espíritu de arrebatamiento y la segunda venida de Cristo
Sugerimos que cuando lea una nota de este blog (sea subida de otro sitio o escrita por nosotros) ponga en práctica el consejo de San Pablo dado a los tesalonicenses que presentamos a continuación:
1Tesalonicenses 5:21 Antes bien, examinadlo todo cuidadosamente , retened lo bueno;
5:22 absteneos de toda forma de mal.
Apocalipsis es un tiempo de esperanza por la fe en Cristo en medio de la realidad actual....
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Tomado del Libro "El hombre espiritual" de T. S. Nee (Nota: Del enlace anterior solamente recomendamos los escritos de T. S. Nee; no recomendamos los escritos de Witness Lee)
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Apocalipsis es un tiempo de esperanza por la fe en Cristo en medio de la realidad actual....
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UN ESPIRITU QUE ANHELA EL ARREBATAMIENTO
Además de las condiciones que mencionamos, nuestro espíritu también debe mantenerse fuera de este mundo, siempre ascendido, siempre en los cielos. Debe ser un espíritu que anhele ser arrebatado. El espíritu que anhela el arrebatamiento es más profundo que el espíritu que está en ascensión. Aquel cuyo espíritu anhela el arrebatamiento no sólo vive como si estuviera en los cielos; sino que también el Espíritu Santo los guía a creer y a esperar la segunda venida del Señor y a anhelar ser arrebatado. Cuando el espíritu del creyente y el de Cristo son uno solo, él llega a ser, en la experiencia, un ciudadano celestial que vive en el mundo como peregrino. El Espíritu Santo le llamará a avanzar paso a paso hasta tener un espíritu que anhele ser arrebatado. Anteriormente su clamor era: “Hacia adelante”, ahora es: “Hacia arriba”. Todo su ser asciende hacia los cielos. El espíritu que anhela ser arrebatado hace apto al creyente para que “guste ... los poderes del siglo venidero” (He. 6:5).
No todos los que creen en la segunda venida de Cristo tienen un espíritu que anhela el arrebatamiento. Creer en la segunda venida del Señor, predicar acerca de ella, o aun orar por ella, no significa mucho. Podemos hacer todo esto y no tener un espíritu que anhele el arrebatamiento. No todos los creyentes maduros tienen tal espíritu; éste es un don conferido por la gracia de Dios. Algunas veces es dado de acuerdo con Su voluntad; otras, como respuesta a una súplica de fe. Cuando se posee tal espíritu, el creyente mantiene una actitud de ser arrebatado, y no sólo cree en la venida del Señor, sino también en su propio arrebatamiento. Esto no es creer en una doctrina, sino conocer un hecho. Así como Simeón, que por la revelación del Espíritu Santo, supo que no vería la muerte sin ver al Cristo de Dios, así también el creyente debe tener la certeza en su espíritu, de que será arrebatado antes de morir para ir con el Señor. Esta es la fe de Enoc. Por supuesto que no cerramos creyendo obstinadamente en una superstición, pero sí vivimos en el tiempo del arrebatamiento, no podemos evitar creer firmemente que seremos incluidos en él. Esta fe nos hace aptos para tener un mejor entendimiento de la obra de Dios en esta era y para recibir más poder celestial que nos ayude en nuestra obra.
Si el creyente recibe un espíritu que anhela ser arrebatado, en otras palabras, si su espíritu está en un estado de constante arrebatamiento, será más celestial. Su senda hacia los cielos no será igual que en el pasado, cuando creía que debía pasar por la muerte.
Cuando el creyente lleva a cabo una obra espiritual, a menudo tiene muchas expectativas y planes. Está lleno del Espíritu Santo, de sabiduría y de poder. Cree que Dios lo usará grandemente, y espera que su labor lleve mucho fruto rápidamente. Sin embargo, en esa situación de prosperidad, la mano de Dios lo detiene, y le pide que detenga la obra y que se prepare para emprender otro camino. Esta orden es inesperada. “¿Por qué, Señor? ¿Acaso no me diste la fortaleza para llevar a cabo la obra? ¿Qué he de hacer con todo este conocimiento maravilloso que poseo si no es ayudar a otros? ¿Por qué todo se ha terminado y se ha enfriado?” Cuando el creyente recibe estas instrucciones, sabe que el propósito de Dios es llamarle a tomar otro camino. Antes sólo sabía caminar hacia adelante; ahora sabe que puede ascender. Esto no significa que ya no participa en la obra, sino que la obra puede terminar en cualquier momento.
Otras veces, Dios utiliza las circunstancias, ya sea la persecución, la oposición, el despojo u otra adversidad, a fin de que los creyentes sepan que El desea que posean un espíritu fijo en el arrebatamiento, y no en el progreso de la obra. Hoy día el Señor quiere cambiar el andar de Sus hijos. Muchos hijos de Dios ignoran que hay algo mejor que el progreso de la obra, y eso es ascender.
Este espíritu centrado en el arrebatamiento no carece de fruto. Antes de que el creyente tuviera tal espíritu, sus experiencias cambiaban frecuentemente; pero después de tener el testimonio de ser arrebatado en su espíritu y una fe firme al respecto, y si su conducta, su vida y su obra concuerdan con tal espíritu, entonces éste hará que el creyente se prepare para la venida del Señor. Tal preparación no se relaciona solamente con enmiendas externas de la conducta, sino que es una preparación total en el espíritu, el alma y el cuerpo, a fin de ir al encuentro del Señor.
Por ello, el creyente debe orar pidiendo que el Espíritu Santo le muestre la manera de recibir y retener un espíritu fijo en el arrebatamiento. Los creyentes deben orar, esperar, creer y estar dispuestos a eliminar todo obstáculo, a fin de obtener tal espíritu. Nuestra vida y obra siempre debe ser confrontada con dicho espíritu, para que sepamos en qué hemos fallado. Si perdemos este espíritu, debemos saber cuándo y cómo lo perdimos y cómo recobrarlo. Debemos orar a fin de conocer qué asuntos del mundo afectan nuestro espíritu; de esta manera podremos vencerlos y recuperar nuestro espíritu. Una vez que recibimos tal espíritu, es muy fácil perderlo, debido a que no conocemos la clase de oración y obra que debemos tener en esta etapa de nuestra vida a fin de preservar nuestra posición celestial y tener una visión más clara.
Ya que estamos de pie frente a la puerta del cielo y ya que existe la posibilidad de ser arrebatados en cualquier momento, debemos preferir las vestiduras blancas y las obras celestiales, pues tal vez seamos llamados a ascender en el siguiente segundo de nuestra vida. Esta esperanza nos separa totalmente de las cosas terrenales y nos une a las de arriba.
Aunque Dios desea que esperemos la ascensión con un corazón sincero, eso no significa que sólo nos preocuparemos por ser arrebatados. No debemos hacer a un lado las necesidades de los demás ni olvidarnos de la obra final que habrá de llevarse sobre la tierra, o sea, lo que Dios nos ordenó llevar a cabo. Lo que Dios no quiere es que permitamos que la obra que El nos encomendó nos impida ser arrebatados. En nuestra vida y en nuestra obra, siempre debemos ver que la atracción de los cielos es mucho más fuerte que la de la tierra. Debemos aprender a vivir no sólo por la obra del Señor, sino también por el arrebatamiento. Que nuestro espíritu se eleve diariamente con la esperanza de la venida del Señor. Que las cosas mundanas pierdan su poder en nosotros a tal grado que no sólo nos disgusten, sino que también nos cause desagrado vivir en el mundo. Que nuestro espíritu ascienda diariamente hasta los cielos y anhele estar pronto con el Señor. Que nuestra mente esté fija en las cosas de arriba para que hasta la mejor obra efectuada en este mundo no nos distraiga. Desde ahora en adelante, oremos en espíritu y con el entendimiento diciendo: “Ven Señor Jesús”.
Tomado del Libro "El hombre espiritual" de T. S. Nee (Nota: Del enlace anterior solamente recomendamos los escritos de T. S. Nee; no recomendamos los escritos de Witness Lee)
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Jesucristo: Dios con nosotros, quien vino a morir por nuestros pecados y nuestra maldad; quien resucitó al tercer día y vuelve en breve según su inquebrantable promesa.
Isaías 55:6 Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.Isa 55:7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. ¡Cuidate! ¡Dios te bendiga! Para compartir esta nota con un amigo pincha sobre el botón blanco aquí abajo.
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